La coscoja es un arbusto típico de los ecosistemas mediterráneos, adaptado a las condiciones áridas y secas de la región. Generalmente alcanza entre 2 y 4 metros de altura.
Las hojas de la coscoja son perennes, más pequeñas que las de otros robles y tienen una forma lanceolada. Tienen un color verde brillante en el haz (superficie superior) y gris-verde o blanquecinas en el envés, debido a la presencia de pelos finos que ayudan a proteger el árbol de la pérdida de agua. El borde de las hojas está dentado, y tienen una textura dura y coriácea, adaptada a las condiciones de sequedad y calor del clima mediterráneo.
Como otras especies del género Quercus, tiene flores masculinas y femeninas en el mismo árbol. Las flores masculinas son amentos (racimos alargados) que cuelgan de las ramas, mientras que las flores femeninas son pequeñas y se agrupan en racimos más reducidos.
El fruto de la coscoja es la bellota, que madura en el otoño. Son más pequeñas que las de otras especies de roble, con una longitud de entre 1 y 2 cm. Son consumidas por una variedad de fauna silvestre, como jabalíes, ciervos, roedores y varias aves.
Prefiere suelo calcáreo, pobre y rocoso, y es común en zonas de matorral mediterráneo, especialmente en áreas donde otros quercus no pueden crecer debido a las condiciones de sequedad. Es capaz de resistir los largos períodos sin lluvia propios del clima mediterráneo, por lo que es muy frecuente en regiones de veranos calurosos y secos e incluso inviernos fríos.
La coscoja también se ha utiliza en la producción de carbón vegetal, de calibre más pequeño, el cisco, empleado en los braseros. También la cochinilla que tiene como parásito se utilizó para obtener el color grana o carmesí, usado como tinte vegetal en cosmética y tinte de paños y lanas.